viernes, 29 de octubre de 2010

Manifiesto por una Universidad libre de pseudociencia y oscurantismo

(copiado de Amazings)

Manifiesto por una Universidad libre de pseudociencia y oscurantismo

Ante la cada vez más abundante proliferación de conferencias, cursos, seminarios y todo tipo de actividades que diferentes corrientes pseudocientíficas están desarrollando dentro del marco de las universidades españolas y latinoamericanas, tendencia que cristaliza en la reciente creación de una Cátedra de Investigación sobre Homeopatía en la Universidad de Zaragoza, los abajo firmantes (científicos, profesores, alumnos y ciudadanos en general) nos vemos en la necesidad de manifestar lo siguiente:

La colaboración entre la Universidad y la Empresa, así como con otros organismos y agentes sociales es enriquecedora, productiva y debe ser considerada como una de las prioridades de la política universitaria. Los acuerdos y contratos para la transferencia de resultados de la investigación a la empresa privada pueden representar una importante fuente de financiación para las universidades públicas; los cuales, desarrollados convenientemente, permiten una mayor productividad científica y la optimización de las aplicaciones de tal actividad. Sin embargo, creemos que no es justificable que la Universidad busque vías de financiación a cualquier precio, y aún menos si con ello pervierte su filosofía y fines fundamentales.

La Universidad Pública, como cualquier otro organismo de la administración, debe estar al servicio del ciudadano, manteniendo un contacto permanente con la sociedad de la que forma parte, mediante una comunicación constante que permita la sintonía entre el mundo universitario y las necesidades sociales. Para cumplir estos objetivos, la Universidad debe ser un adalid en lo referente a innovación y a exploración de nuevos caminos para el conocimiento. La Universidad nunca debe ser una estatua, sino una animación en constante movimiento.

No es posible entender la función investigadora y el compromiso social de la Universidad sin la imbricación con su papel fundamental en la formación de ciudadanos libres, capaces de enfrentarse al mundo mediante una mentalidad crítica que les permita escapar de las cadenas de la irracionalidad, la superstición y la ignorancia. Esta función docente, completamente consustancial a la institución universitaria, va más allá de las aulas, al representar la Universidad un referente en cuanto a conocimiento y racionalidad para toda la sociedad.

En este sentido, la Universidad juega un papel muy importante ante el avance que en la sociedad contemporánea están teniendo determinadas corrientes anticientíficas y antirracionales, que pueden suponer un significativo retroceso hacia el oscurantismo y la superstición, algo que se encuentra en el polo opuesto de los objetivos universitarios. Nos preocupa, como universitarios y como ciudadanos, que bien entrado el siglo XXI cada vez prolifere un mayor número de terapias más próximas a la magia que a la medicina, en muchas ocasiones amparadas por instituciones y empresas médicas profesionales; nos preocupa que presidentes de gobierno consulten astrólogos; que pulseras mágicas declaradas oficialmente fraudulentas sean portadas por ministros de sanidad y constituyan el regalo más vendido de las últimas navidades; que cada vez haya más ciudadanos que crean firmemente que las vacunas son tóxicas y nefastas para la salud; que aumente el número de enfermos que abandonan el tratamiento médico para abrazar alternativas esotéricas; nos preocupa muy seriamente que gran parte de la población vuelva a confiar más en los curanderos que en la medicina científica.

Nos preocupa que la Universidad pueda convertirse en un mercadillo que de cabida a cualquier alternativa irracional al conocimiento científico. Sólo una mal entendida apertura de mentalidad puede justificar que se enseñe alquimia en las Facultades de Química, ufología en las de Física o el diluvio universal en las de Historia. Ofrecer el foro universitario a las pseudociencias, en igualdad de condiciones con el conocimiento racional, no se traduce en ningún enriquecimiento cultural, sino en una validación universitaria de la superstición y la charlatanería. Difícilmente podremos educar a nuestros hijos sobre la inexistencia de bases empíricas en la predicción astrológica si van a encontrar en el campus universitario cursos de postgrado en astrología.

Reza una de las máximas en ciencia que la razón no debe aceptar algo como cierto sólo porque lo afirme mucha gente o porque lo suscriban personajes importantes, y que siempre es necesario detenerse ante cualquier afirmación y dudar sobre si es o no cierta. Esto obliga a actuar mucho más despacio, a sopesar cuidadosamente las opciones, a avanzar con cautela ante cualquier tipo de propuesta. Y esta es una de las cosas que creemos firmemente que debe enseñarse en las universidades.

Por todo ello, nos preocupa que la Universidad de cabida a cursos sobre acupuntura, a conferencias sobre creacionismo, a seminarios sobre astrología y a cátedras sobre homeopatía. Nos preocupa especialmente si no se enfocan como un debate crítico y un análisis racional, sino con un presupuesto de funcionalidad y validación científica de los que no sólo carecen, sino que están en frontal oposición al espíritu crítico universitario.

En el caso concreto de la homeopatía, aunque de igual aplicación para el resto de pseudociencias, no se ha demostrado científicamente ni su fundamento teórico (que contradice nuestros conocimientos sobre química y medicina más elementales), ni su efectividad más allá de un placebo. Décadas atrás, se destinaron importantes estudios a buscar una posible base en los postulados homeopáticos, los cuales no han variado significativamente en doscientos años, base que jamás se encontró.

Nos resulta extremadamente paradójico que mientras gobiernos europeos retiran fondos y apoyos estatales a la práctica homeopática, en España se instauren cátedras dentro de las universidades públicas. El aval que esto supone, sitúa a la homeopatía, a la astrología o al espiritismo dentro de la categoría de disciplinas universitarias; máxime cuando no nos encontramos exclusivamente ante una actividad de investigación sobre un fenómeno dudoso, sino ante una institucionalización dirigida a la formación y divulgación de estos postulados.

Consideramos por último, que si bien está justificado profundizar y destinar fondos a cualquier aspecto que pueda ser investigado, la especial situación económica actual convierte la inversión de esfuerzo y medios en este tipo de disciplinas totalmente desacreditadas en un acto de puro despilfarro de recursos, que podrían emplearse en líneas de investigación y docencia muchísimo más prioritarias.

Las personas que desde distintos estamentos y colectivos de la sociedad suscribimos este manifiesto, deseamos llamar la atención sobre este importante aspecto al conjunto de la población y, especialmente, a las autoridades académicas y gubernativas, confiando en que la razón acabe imponiéndose sobre la superstición y el oscurantismo.

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martes, 26 de octubre de 2010

Emergencia: revista secuestrada

La explicación, aquí (en galego) y aquí (por si a alguien se le escapa algo).
Y para que se vea que la censura ha servido de algo, aquí va la portada. Estoy por hacerme el camino y comprar un número, de paso.































Y ya que estamos, vaya lluvia de billetes en plena crisis, ¿eh?

jueves, 7 de octubre de 2010

Premio Nobel con salida de tiesto benedictina

Robert G. Edwards, uno de los "inventores" de la fecundación in vitro, ha conseguido el premio Nobel correspondiente a Fisiología y Medicina. Junto con Patrick Steptoe y Jean Purdy consiguió la primera fecundación in vitro exitosa, utilizando ovocitos de pacientes infértiles. Gracias a su trabajo, Louise Brown nació en 1978 en una clínica de Manchester. La madre de Louise tenía un tipo de infertilidad debida a la oclusión de las trompas de Falopio (oviductos), lo cual impedía el encuentro de espermatozoides y ovocitos. Tras este primer éxito, la técnica ha ido mejorando, incrementándose la tasa de éxito y disminuyendo el número de embriones que deben utilizarse por tratamiento (generalmente se trasplantan varios, para que acaben implantándose uno, como mucho dos). También se ha conseguido que sea menos agresiva para la mujer, tanto en la recuperación de los óvulos como en el tratamiento hormonal.

La inseminación in vitro y sus variantes, como la ICSI o inyección intracitoplasmática (en la que un espermatozoide es literalmente inyectado en el ovocito utilizando una aguja de vidrio) han permitido a millones de padres tener los hijos que tanto deseaban. Pero esta no ha sido la única consecuencia de los esfuerzos del Dr. Edwards y otros. Los estudios que llevaron al desarrollo de estas técnicas y a su mejora han permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de la reproducción y de la biología de los gametos. Además, hoy en día estas técnicas se aplican también en otros animales, en programas de cría para la mejora de animales domésticos y en programas de recuperación de especies en peligro.

Y hay que señalar que la inseminación in vitro puede utilizarse en el caso de que haya riesgo de que el feto desarrolle una enfermedad genética grave, debido a que ambos padres sean portadores (recesivos, sin desarrollar la enfermedad) de los alelos (variantes de un gen) que causan la enfermedad. En estos casos, una estrategia consiste en generar los embriones in vitro —aunque también se puede inducir superovulación antes del coito, produciendo los embriones en el oviducto, de donde se recuperan— y extraer una sola célula de cada uno. Esas células se analizan para determinar si portan el alelo defectuoso. Aquellos embriones que no contienen ninguna copia (1/4 de media) son trasplantados a la madre, asegurándose de que el bebé que nazca no padezca ni porte ninguna horrible enfermedad genética (y lo de horrible no es una exageración, principalmente cuando afecta al recién nacido; ver aquí y aquí).

Podría extenderme con algún detalle del trabajo del Dr. Edwards y sus colegas, o con alguna ramificación de las técnicas de reproducción asistida, pero hay que hacer referencia a las tonterías que dicen algunos. Como resulta que los embriones tienen alma (y los cerdos comen robles), las técnicas de reproducción asistida suponen la muerte de seres humanos, ya que no se puede asegurar que todos los embriones se desarrollen (de hecho, como indiqué más arriba, se trasplantan varios por este mismo motivo). Por supuesto, aquí entra el diagnóstico genético de los embriones, ya que los que tienen los alelos causantes de la enfermedad genética se destruyen (y no olvidemos que aquellos que fuesen homocigotos —con dos copias— de ese alelo darían lugar a bebés cuya vida —muchas veces corta— estaría llena de sufrimiento).

Pero escuchemos las declaraciones de monseñor Ignacio Carrasco de Paula:
Sin Edwards no existirían congeladores en todo el mundo llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, pero lo más probable es que sean abandonados o mueran. De ese problema es responsable el recién premiado con el Nobel.
Brillante exposición, cuya reducción al absurdo nos lleva a considerar a muchos otros premios Nobel (incluyendo al propio Nobel) responsables de la muerte de millones de seres humanos, por la utilización de sus inventos o descubrimientos en guerras y crímenes. Oiga, ¿y de la mitad de los ovocitos fecundados de forma natural que mueren, o del 20% de los embriones resultantes que abortan espontáneamente en los primeros 5 meses del embarazo no hablamos? Entiendo que sea una cuestión incómoda, ya que implica que el diseñador del sistema reproductor humano es el mayor abortista —ergo, asesino de niños-menos-protegidos-que-linces— de la historia.

Oigausté, ya sé que la ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana) es muy buena y ayuda a los pobres. Pero, ahora que caigo, sin ella no habrían existido las cruzadas, la persecución a los herejes, buena parte de la quema de libros y de las evangelizaciones forzadas, la Inquisición (española o no), etc., etc. Si va a resultar que la argumentación de monseñor no sólo se puede llevar fácilmente al absurdo, sino que conduce a pendientes muy resbaladizas.

Claro, que ya había hablado sobre el tema el Emperador Papa Benedicto XVI:
La fecundación extra corpórea infringe la barrera para la tutela de la dignidad humana
(Es por ello que la mayoría de los peces y anfibios no tienen dignidad)

Me gustaría saber si Benedicto y sus acólitos tendrían narices para decir eso a la cara de Louise y los cuatro millones de personas que no habrían nacido si no hubiesen estado ahí el Dr. Edwards y otros. O a los padres de esas personas.

Y que explicasen qué significa la "tutela de la dignidad humana". Voy a ponerme una jersey, que al escribir la frase me han entrado escalofríos.