jueves, 7 de octubre de 2010

Premio Nobel con salida de tiesto benedictina

Robert G. Edwards, uno de los "inventores" de la fecundación in vitro, ha conseguido el premio Nobel correspondiente a Fisiología y Medicina. Junto con Patrick Steptoe y Jean Purdy consiguió la primera fecundación in vitro exitosa, utilizando ovocitos de pacientes infértiles. Gracias a su trabajo, Louise Brown nació en 1978 en una clínica de Manchester. La madre de Louise tenía un tipo de infertilidad debida a la oclusión de las trompas de Falopio (oviductos), lo cual impedía el encuentro de espermatozoides y ovocitos. Tras este primer éxito, la técnica ha ido mejorando, incrementándose la tasa de éxito y disminuyendo el número de embriones que deben utilizarse por tratamiento (generalmente se trasplantan varios, para que acaben implantándose uno, como mucho dos). También se ha conseguido que sea menos agresiva para la mujer, tanto en la recuperación de los óvulos como en el tratamiento hormonal.

La inseminación in vitro y sus variantes, como la ICSI o inyección intracitoplasmática (en la que un espermatozoide es literalmente inyectado en el ovocito utilizando una aguja de vidrio) han permitido a millones de padres tener los hijos que tanto deseaban. Pero esta no ha sido la única consecuencia de los esfuerzos del Dr. Edwards y otros. Los estudios que llevaron al desarrollo de estas técnicas y a su mejora han permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de la reproducción y de la biología de los gametos. Además, hoy en día estas técnicas se aplican también en otros animales, en programas de cría para la mejora de animales domésticos y en programas de recuperación de especies en peligro.

Y hay que señalar que la inseminación in vitro puede utilizarse en el caso de que haya riesgo de que el feto desarrolle una enfermedad genética grave, debido a que ambos padres sean portadores (recesivos, sin desarrollar la enfermedad) de los alelos (variantes de un gen) que causan la enfermedad. En estos casos, una estrategia consiste en generar los embriones in vitro —aunque también se puede inducir superovulación antes del coito, produciendo los embriones en el oviducto, de donde se recuperan— y extraer una sola célula de cada uno. Esas células se analizan para determinar si portan el alelo defectuoso. Aquellos embriones que no contienen ninguna copia (1/4 de media) son trasplantados a la madre, asegurándose de que el bebé que nazca no padezca ni porte ninguna horrible enfermedad genética (y lo de horrible no es una exageración, principalmente cuando afecta al recién nacido; ver aquí y aquí).

Podría extenderme con algún detalle del trabajo del Dr. Edwards y sus colegas, o con alguna ramificación de las técnicas de reproducción asistida, pero hay que hacer referencia a las tonterías que dicen algunos. Como resulta que los embriones tienen alma (y los cerdos comen robles), las técnicas de reproducción asistida suponen la muerte de seres humanos, ya que no se puede asegurar que todos los embriones se desarrollen (de hecho, como indiqué más arriba, se trasplantan varios por este mismo motivo). Por supuesto, aquí entra el diagnóstico genético de los embriones, ya que los que tienen los alelos causantes de la enfermedad genética se destruyen (y no olvidemos que aquellos que fuesen homocigotos —con dos copias— de ese alelo darían lugar a bebés cuya vida —muchas veces corta— estaría llena de sufrimiento).

Pero escuchemos las declaraciones de monseñor Ignacio Carrasco de Paula:
Sin Edwards no existirían congeladores en todo el mundo llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, pero lo más probable es que sean abandonados o mueran. De ese problema es responsable el recién premiado con el Nobel.
Brillante exposición, cuya reducción al absurdo nos lleva a considerar a muchos otros premios Nobel (incluyendo al propio Nobel) responsables de la muerte de millones de seres humanos, por la utilización de sus inventos o descubrimientos en guerras y crímenes. Oiga, ¿y de la mitad de los ovocitos fecundados de forma natural que mueren, o del 20% de los embriones resultantes que abortan espontáneamente en los primeros 5 meses del embarazo no hablamos? Entiendo que sea una cuestión incómoda, ya que implica que el diseñador del sistema reproductor humano es el mayor abortista —ergo, asesino de niños-menos-protegidos-que-linces— de la historia.

Oigausté, ya sé que la ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana) es muy buena y ayuda a los pobres. Pero, ahora que caigo, sin ella no habrían existido las cruzadas, la persecución a los herejes, buena parte de la quema de libros y de las evangelizaciones forzadas, la Inquisición (española o no), etc., etc. Si va a resultar que la argumentación de monseñor no sólo se puede llevar fácilmente al absurdo, sino que conduce a pendientes muy resbaladizas.

Claro, que ya había hablado sobre el tema el Emperador Papa Benedicto XVI:
La fecundación extra corpórea infringe la barrera para la tutela de la dignidad humana
(Es por ello que la mayoría de los peces y anfibios no tienen dignidad)

Me gustaría saber si Benedicto y sus acólitos tendrían narices para decir eso a la cara de Louise y los cuatro millones de personas que no habrían nacido si no hubiesen estado ahí el Dr. Edwards y otros. O a los padres de esas personas.

Y que explicasen qué significa la "tutela de la dignidad humana". Voy a ponerme una jersey, que al escribir la frase me han entrado escalofríos.

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