martes, 3 de junio de 2008

El programa postdoc del MICINN: una propuesta (introducción)

Habíamos dejado el tema de la convocatoria postdoc del MICINN salvada por los pelos de la ruina total. Ahora es el momento de hacer crítica constructiva y proponer una alternativa. Pero antes debemos introducir apropiadamente el tema.

Quede claro que ninguna mejora a una convocatoria concreta —ni a todas las convocatorias, por cierto— va a arreglar el sistema de I+D español. Este requiere de reformas más profundas, que no se podrán acometer mientras que la mentalidad (de los de arriba y de los de abajo) no cambie.

Podemos ejemplificar con un símil literario. Un libro puede contener una página realmente brillante, una joya de la literatura. Pero si el libro en su conjunto es basura, la página no convertirá al libro en una obra de arte. Es más, la página se verá degradada por su entorno, y el esfuerzo dedicado a escribirla habrá sido inútil. El sistema de I+D español es un libro bastante malo en el que en los últimos 30 años se han ido insertando capítulos más o menos afortunados, pero no se ha conseguido que el libro llegue a ser entretenido siquiera (de ahí que muchos elijan otros).

Y clama al cielo que la gestión de los recursos humanos en la investigación española se base en una gran masa de doctorandos y en unos cuántos profesores e investigadores funcionarios para dirigirlos... sin prácticamente nadie en medio. A la gran pregunta de si hay futuro para esos doctorandos, la respuesta es que para gran parte no, sencillamente porque no se puede pretender que todos (ni la mayoría) quepan en el nivel de sus jefes. Al sistema de I+D español le faltan investigadores (55000 según las estimaciones más optimistas), pero estos investigadores son licenciados, postdocs, investigadores experimentados de nivel medio, personal de apoyo. El I+D español es como un equipo de construcción en el que sólo hubiese los peones y el arquitecto, y no hubiese capataces, aparejadores, delineantes ni jefes de obra.

Y buena parte del problema está en la forma de reclutar a estos recursos humanos. En gran medida, se hace mediante convocatorias más o menos competitivas. El funcionamiento es simple en teoría, más o menos caótico en la práctica: se publican unas bases, los candidatos presentan papeles (causándoles diversos grados de transtorno y pérdida de tiempo) y, tras la evaluación, los seleccionados consiguen su beca o contrato. Tradicionalmente, estas convocatorias han conllevado grandes problemas para los "afortunados" investigadores que las "disfrutaban": falta de beneficios sociales (becas), retrasos en pagos, rigidez en fechas de inicio y fin de los pagos, etc. Paralelamente (y para más INRI, sobre todo en España), se producía el efecto que yo llamo de "tierra de nadie": siendo pagados por otra institución, el centro de trabajo ignoraba completamente a estos investigadores, lo que se convertía en terreno abonado para todo tipo de abusos, ausencia de beneficios comunes a otros trabajadores (cursos, protección contra riesgos laborales, etc.). La lista puede ser muy larga.

Pero los efectos perniciosos de estas convocatorias no se quedan aquí. Los centros se acostumbraron de mala manera a la mano de obra gratuíta (aunque siempre considerada "extraña"). Por ejemplo, los investigadores contratados a través de programas sumamente competitivos, como el Juan de la Cierva o Ramón y Cajal, que deberían haber sido tratados como investigadores de excelencia, se encontraron con un panorama de ausencia de derechos y posibilidades (en los peores casos, tratados como becarios, en el peor sentido de la palabra). Estos programas —haciendo un inciso— pueden considerarse un fracaso en una potencialidad que tal vez sus creadores no imaginaron: no han conseguido que los centros de investigación se acostumbren a contratar postdocs e investigadores senior por sí mismos; incluso en estos momentos muchos centros siguen sin considerarlos en su planificación de recursos humanos. No obstante, la actitud parece que cambia lentamente... puede que el ejemplo acabe cundiendo.

Pero volviendo al tema. Si no convocatorias, ¿qué? Pues, simplemente, recursos para los centros y los grupos de investigación, para que sean ellos mismos los que contraten a sus investigadores, según sus necesidades. Dicho esto, los que no se lleven las manos a la cabeza estarán sonriendo irónicamente (y los que estén exhibiendo una sonrisa golosa, váyanse a tomar por culo, népotistas simoníacos). Seguramente penséis que, con nuestra propensión tan hispana a la picardía, al peloteo y al amiguismo, y con los antecedentes y prácticas habituales en nuestras universidades y demás centros de I+D públicos (sí, aquí no se salva nadie), malamente se iba a utilizar ese dinero para contratar a los mejores. Efectivamente, un cambio de este tipo no serviría más que cambiar otro capítulo del libro. Pero no estamos considerando cambios puntuales, sino de cambiar todo el entorno del I+D español. Tenemos que auditar la investigación y, donde proceda, la docencia (basta de medir el nivel de las universidades por kilo de alumno). Y hacerlo de manera inteligente, sin la burocracia que agobia a nuestros investigadores.

Y, ante todo, tenemos que aprender a sacar la basura. El que tenga cerebro, que entienda.

Si los centros y grupos contratan directamente a estos investigadores postdoc y senior, habremos ganado dos cosas muy importantes. Primero, tendremos investigadores de nivel medio y medio-alto (considerando a los licenciados recién llegados como "bajo" y a los jefes de grupo como "alto", sin que estas palabras tengan más connotaciones), fundamentales para que la investigación funcione. Y segundo, los centros y grupos aprenderán un poco de responsabilidad y, tal vez, un poco más sobre gestión eficiente de los recursos humanos.

¿Las convocatorias deberían desaparecer? Pues no. Siendo competitivas, deben quedar para los investigadores especialmente brillantes. Esto significa que estas convocatorias deberían ser realmente miniproyectos de investigación, de los que saldría el sueldo para el investigador y beneficios extra (dietas, compra de equipamiento, bibliografía, etc.). Y, por supuesto, los centros de trabajo deben reconocer a estos investigadores por lo que valen (de nuevo, cuando la financiación dependa muy estrechamente de la productividad, ya pelearán por los mejores).

Y en este punto, podemos volver a nuestra propuesta para el programa postdoc del MICINN, a la que dedicaremos otro post.

2 comentarios:

  1. He llegado a esta entrada de tu blog por casualidad, buscando algo sobre el MICINN, pero lo cierto es que no puedo estar más de acuerdo con tu opinión.

    Yo ahora mismo "disfruto" (más bien padezco) una beca FPU de tal ministerio, y no he hecho más que recibir atropellos en cada ocasión que he tenido que lidiar con la administración pública, llegando a perder meses de beca, de sueldo e incluso tener que devolver mensualidades que ya me habían pagado, todo ello por "fallos" en los documentos a entregar en cada solicitud/renovación. Parece que poco importan mis calificaciones, publicaciones, docencia, estancias, colaboraciones, etc., todas esas cosas que más bien parece que haga por amor a la ciencia, visto lo visto.

    Es muy triste que haya que pasar por estas penurias para desarrollar la profesión que me gusta, pero más triste aún me parece que esto no tenga pintas de mejorar.

    ResponderEliminar
  2. Bravo por el post!!

    Hace falta menos burocracia asfixiante y más competitividad entre grupos de investigación.

    Apoyar a los mejores grupos para que contraten a investigadores, no subsidiar personas...

    ResponderEliminar